Pretendí darme de baja,
darme de baja, de todo,
del gas, la luz, la mortaja,
de la turbia agua con lodo.
Seguro y comunidad,
del DNI y la cartilla;
que es una barbaridad,
glosaron en ventanilla.
A fin de no dejar rastro,
acudí al ayuntamiento,
para abolir el catastro,
mas me contaron un cuento.
Como en otros organismos,
una amable señorita,
de idénticos mecanismos,
me encomendó pedir cita.
Inmerso en ese proceso,
un proceso telefónico,
me encontraba sin progreso,
en estado catatónico.
En un ulterior intento,
pusieron el Vals de las Olas
para ahogar mi sufrimiento,
y a poco me asfixio a solas.
Sin prosperar la llamada,
me fui a Atención al Paciente,
se lo expuse a la encargada,
y rumió que era un demente.
Me acerqué hasta el
ministerio,
por ser tema
burocrático,
que definió cual
misterio,
un funcionario
antipático.
Que buscara un
abogado,
añadió ese
subalterno;
por aparcar en el
vado,
querían dejarme
interno.
Me espetó un
parasicólogo
que, para cerrar la
herida,
consultara a un
ginecólogo,
al ser una gran parida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario