Lluis de Turiellos

Y un poeta orixinal, que ye una categoría a parte que dexa güelga propia nel camín de les lletres, que yá ye abondo. (Munches gracies, Lluis)

martes, 5 de noviembre de 2013

Confieso...


Quisiera escribir ladridos,
para dar voz a los canes,
transcribiendo sus quejidos
o relatando sus planes.

Constaría por escrito
lo que ellos manifiestan,
te parecerá inaudito,
mas, sin embargo, contestan.

Contestan y comunican,
si no entiendes su mensaje,
no será que no platican,
no conoces su lenguaje.

Si se hubieran preocupado,
algún investigador
ya lo hubiera descifrado
y el “feeling” sería mayor.

Cual el que aprende otro idioma,
se podría interpretar
que zurea la paloma
o, del gato, su miagar.

Al ser tan inteligentes,
los hombres deben saber
que comentan esas gentes,
cotejar su parecer.

O revelar no interesa,
su aullar, piar o mugir,
si traduces con sorpresa:
“¡señor, no quiero morir!”.

Hay veces en las que ladro,
aunque menos que tú, yerro,
si bien otras me desmadro,
confieso que soy un perro.

     Desde que murió una anciana hace dos meses, su perro Tommy asiste todos los días a misa en la Iglesia de Maria Asunta, en San Donaci, sur de Italia, donde espera el regreso. El perro, un pastor alemán de 12 años, todos los días pasa de la plaza central del pueblito, en donde se reúnen los ancianos, a la iglesia y se instala al lado del altar, con autorización del párroco. Tommy no ha dejado de ir ni un día a la iglesia desde que asistió a las exequias de su amiga, cuenta el diario Il Messaggero. Desde entonces, el párroco, Donato Panna, le permite entrar al templo para asistir a bautizos, bodas y entierros. Apenas escucha las campanas o ve llegar el coche fúnebre, el perro entra a la iglesia y sigue al ataúd como si su amiga pudiera resucitar. Tommy era un perro vagabundo que la señora adoptó... ahora que quedó solo, todo el pueblo lo protege, lo alimenta y acaricia como emblema de fidelidad. Eliana Serrano

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