Quisiera escribir
ladridos,
para dar voz a los
canes,
transcribiendo sus
quejidos
o relatando sus
planes.
Constaría por escrito
lo que ellos
manifiestan,
te parecerá inaudito,
mas, sin embargo,
contestan.
Contestan y
comunican,
si no entiendes su
mensaje,
no será que no
platican,
no conoces su
lenguaje.
Si se hubieran
preocupado,
algún investigador
ya lo hubiera
descifrado
y el “feeling” sería
mayor.
Cual el que aprende
otro idioma,
se podría interpretar
que zurea la paloma
o, del gato, su
miagar.
Al ser tan
inteligentes,
los hombres deben
saber
que comentan esas
gentes,
cotejar su parecer.
O revelar no
interesa,
su aullar, piar o
mugir,
si traduces con
sorpresa:
“¡señor, no quiero
morir!”.
Hay veces en las que
ladro,
aunque menos que tú,
yerro,
si bien otras me
desmadro,
confieso que soy un perro.
Desde que murió una anciana hace dos
meses, su perro Tommy asiste todos los días a misa en la Iglesia de Maria
Asunta, en San Donaci, sur de Italia, donde espera el regreso. El perro, un
pastor alemán de 12 años, todos los días pasa de la
plaza central del pueblito, en donde se reúnen los ancianos, a la iglesia y se
instala al lado del altar, con autorización del párroco. Tommy no ha dejado de
ir ni un día a la iglesia desde que asistió a las exequias de su amiga, cuenta
el diario Il Messaggero. Desde entonces, el párroco, Donato Panna, le permite
entrar al templo para asistir a bautizos, bodas y entierros. Apenas escucha las
campanas o ve llegar el coche fúnebre, el perro entra a la iglesia y sigue al
ataúd como si su amiga pudiera resucitar. Tommy era un perro vagabundo que la
señora adoptó... ahora que quedó solo, todo el pueblo lo protege, lo alimenta y
acaricia como emblema de fidelidad. Eliana Serrano
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