Quise volver al
verano,
al tiempo que no te
moja,
en boquete de gusano,
lo impidió una
paradoja.
Sólo retrasé un
instante,
tras un somero
desliz,
y el paso
insignificante
me pareció de
lombriz.
Ahora voy
descontrolado,
por la exigua
diferencia,
si bien alcancé otro
lado,
distorsiona mi
existencia.
Al no estar del todo
lelo,
deduzco que
permanezco,
no en un mundo
paralelo,
sino en el que
pertenezco.
Sin turistas del
futuro,
al entender que los
hay,
los confundí, me
figuro,
con del Galatasaray.
Mas puede haberlos
ocultos,
dichos viajeros
retro,
camuflados en
tumultos
o en los vagones del
metro.
Stephen hoy me ha
propuesto
que me olvide del
viaje,
que vaya en sentido
opuesto,
es viable y sin
peaje.
Pero preciso adaptar
la aceleración del
auto
y poderla aproximar,
a la luz, según yo
pauto.
De cero a trescientos
mil,
debo pasar al
segundo,
se me antoja
quijotil,
abandono y lo
difundo.
Vaya una desilusión,
adiós la cuántica
espuma,
adiós cuarta
dimensión
y la cura del reúma.
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