Como hai tiempu que nun asoleyo nengún poema en castellán, yá que tuvi per Cádiz y la so bahía que son a rescamplar tamién de nueche: equí ta l’amuesa…
Punta de San Felipe
y La Puntilla
permiten que mancipe
la maravilla.
Por Tres Caños, Levante,
Valdelagrana,
pasea deslumbrante
la gaditana.
Desde Torre Tavira,
cámara oscura,
todo Cádiz se admira,
es de locura.
Sus calles, sus iglesias,
la catedral,
procuran anelgesias,
calman el mal.
Pues de forma inmediata,
siempre deslumbra,
la Tacita de Plata,
aún en penumbra.
Porque tanto de día,
como de noche,
a su esclava bahía,
le pone broche.