Grado, puerta de
occidente,
de esa Asturias
paraíso,
que recibe
complaciente,
a quien llega de
improviso.
Grado es villa y es
concejo,
es Camino de
Santiago,
mixtura de nuevo y
viejo
y de belleza, un
embriago.
Es historia, es
monumento,
es feria, fiesta y
mercado,
palacios y
ayuntamiento,
es la tradición, es
Grado.
Es huerta, es
artesanía,
júbilo en calles y
plazas,
parques y
gastronomía,
es sosiego en sus
terrazas.
En un valle
encantador
rodeado de montañas,
donde el verde da
esplendor
y elimina las migrañas.
Cercano a la capital,
por tren y por
autopista,
centro del Camín
Real,
placentero y
costumbrista.
Sus bollos, pan y
pasteles,
su queso de Afuega el
Pito,
sus pueblos que son
vergeles
muestran
Grado como un mito.
Grado en asturiano es
“Grau”,
no es capricho, es
toponimia,
cual el gato miaga
miau,
la verdad nunca fue
alquimia.
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