La que toca en castellán va
dedicada al mio mui emponderáu primu carnal, Manuel Llano, posesor de la meyor
coleición de discos de tangos d’esi universu que mentamos…
¿Qué importa
donde naciera,
un hijo de
planchadora?,
¿qué importa
donde pariera,
la humilde
trabajadora?
Si cuando
vino de Francia
no llegase a
ser Gardel,
después de su
infancia rancia
con rumbo a
un destino cruel.
Pero trastocó
el programa
a base de
trabajar,
ganándose
bien la fama
por su modo
de cantar.
Ese modo alcanzó el don
y ya no le dio la espalda,
llenó el tango el corazón
y aquel teatro Esmeralda.
El don produjo el milagro
allá por el 17,
después devino el consagro
y una vida que promete.
Tras aquella “Noche triste”,
que aportara letra a “Lita”,
el repertorio resiste,
mas la gloria precipita.
Llegó la
Tangomanía
y el primer
viaje a Europa,
del arrabal,
melodía,
y diez años,
viento en popa.
Surgió de
nuevo la gira
y en París,
bajo su cielo,
al mundo ya
importa: “Yira…”
con su voz de
terciopelo.
El éxito fue
rotundo
y se refrendó
incesante,
viajó por
todo el mundo,
se hizo
leyenda el cantante.
El sol que
luce Argentina
resplandeció
con su verso,
no sólo en
tierra latina,
sino en todo
el universo.
Fue barítono
y tenor,
versátil y sinigual,
del tango el
amo y señor,
tras Medellín,
inmortal.
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