Se le cayó un verso
suelto,
a un poeta
despistado,
con un blanco se ha
revuelto,
y en desconcierto han
rimado.
Se le olvidó un verso
libre,
cuando buscaba el caído,
sé que del mismo
calibre,
en un caos desmedido.
Uno cantaba a la mar,
a esa mar tan recurrente,
que reincide sin
parar
y tanto gusta a la
gente.
Otro le cantaba al
cielo,
¡joder con el cielo
azul!,
el que pasma al más
canelo
y soporte da al
gandul.
Se unían en el ocaso,
o sea que, como
siempre,
su feligrés hace
caso,
en tanto la puesta
empre.
La puesta, no de
gallina,
la puesta, puesta de
sol,
por donde el cielo alucina
y el sol semeja un
farol.
Ya marcharon las
gaviotas,
esas que dan tanto
juego,
a una colinas
remotas,
descuida, ya vendrán
luego.
Desde lo alto del
faro,
vislumbro una sutil
barca,
allí el sagaz con
descaro,
al inocente, lo
embarca.
Absortos en la
rutina,
partieron con rumbo al trópico,
si bien, uno se
imagina,
que se anclarán en el
tópico.
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