Mi vecino del
primero,
el que se llama
Gervasio,
baja siempre, el
majadero,
en ascensor al
gimnasio.
Después toma el
autobús,
para una sola parada,
por si le da un
patatús
por andar una
burrada.
En el primer aparato,
hace bíceps media
hora,
después, tríceps, un
buen rato,
y las pesas, sin
demora.
Por la tarde,
bicicleta,
como la que tiene en
casa,
ojeando alguna teta
y el culo de
Nicolasa.
Otras veces, en la
cinta,
donde le da por
andar,
intercala alguna
finta
y llega al mismo
lugar.
Entre tanto personal,
siempre alguno
ventosea,
la hormona huele
fatal,
y el de la bici se
apea.
A Honorina, que es
muy fina,
le entró un día
vomitera,
vomitando la cecina,
cecinando la
espaldera.
Sin embargo, en el
gimnasio,
los transforman en
atletas,
el prototipo, Gervasio,
el ojeador de tetas.
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